Chan Chan, la ciudad de adobe más grande de América



Chan Chan, la ciudad de adobe más grande de América



Los turistas que visitan Perú suelen acudir atraídos por el patrimonio arqueológico inca, cuyas joyas más célebres, Cuzco y Machu Picchu, se sitúan en la mitad meridional del país. Pero el norte peruano también es atractivo desde ese punto de vista histórico-monumental, aparte de más variado culturalmente al tener restos de varias civilizaciones como, entre otras, la mochica, la sicán o la chimú. A esta última se adscribe uno de los lugares más fascinantes que se pueden visitar: Chan Chan, la ciudad de adobe más grande de América y segunda del mundo después de la iraní de Bam, que la UNESCO incluyó en la lista de su Patrimonio de la Humanidad en 1986.


El reino chimú surgió en la región septentrional que hoy se extiende desde el departamento de Tumbes hasta el de Lima, tras la caída del imperio huari. Fue a finales del primer milenio antes de Cristo, perdurando aproximadamente cuatro siglos hasta su conquista por los incas de Túpac Yupanqui en 1470. Entre medias, se convirtió en el estado costero más rico y próspero de la América andina prehispana, creciendo mediante la anexión de territorios vecinos, de los que los más significativos fueron el reino sicán del actual departamento de Lambayeque y el señorío de Chancay.




Extensión y área de influencia del Reino Chimú/Imagen: QQuantum en Wikimedia Commons

Su capital estaba en Chan Chan, muy cerca de lo que hoy es Trujillo, un lugar de origen confuso, envuelto en mitos, como demuestra su propio nombre: literalmente significa Sol Sol, aunque seguramente la traducción correcta sea Gran Sol, en alusión al tórrido clima de la zona. Otra teoría dice que deriva del término sian, interpretable como Casa de la Luna, y una tercera alude a unas salinas locales. Los españoles se referían a ella como la Ciudad del Chimo y la primera referencia al nombre actual no se encuentra hasta una fecha tan tardía como 1791.

En cualquier caso, con sus 20 kilómetros cuadrados y una población calculada entre 40.000 y 60.000 personas, era la mayor urbe de adobe de América. Algo notable si se tiene en cuenta que, según la mitología -recogida por la Crónica anónima española en 1604-, su fundación fue cosa de Tacanaymo (o Chimor Cápac), un jefe de procedencia desconocida que llegó del otro lado del mar al frente de una flota de balsas y desembarcó en la costa del Valle del Moche, convirtiéndose en el primer gobernante bajo el nombre de Gran Chimú. Una historia sospechosamente parecida a la del personaje sicán Naylamp, que también arribó a Lambayeque comandando un grupo de caballitos de totora.


En realidad, Chan Chan se fundó hacia el 850 d.C., probablemente a partir de alguna aldea huari, utilizando como material de construcción esa versión transatlántica del adobe que se denomina quincha: un entramado de cañas o bambú recubierto de barro que suple la escasez de roca propia de las regiones litorales (que quedaría exclusivamente para los cimientos) y, aparte de aislar térmicamente, tiene otras virtudes como constituir un buen antisísmico por su elasticidad, su ligereza, su capacidad para absorber las vibraciones y su fácil reconstrucción en caso de colapso; todo ello fundamental en un continente donde resultan frecuentes los terremotos.

Muro decorado con motivos acuáticos en relieve/Imagen: Velvet en Wikimedia Commons




Con la quincha se hacían las paredes y techos (protegidos éstos por paja entretejida), sostenido todo por un entramado de madera y decorado mediante una capa de estuco policromado y relieves incisos de motivos geométricos , si bien a veces también se representan figuras animales (fundamentalmente relacionadas con el agua, como peces y aves acuáticas, dada la importancia que tenían para los chimúes tanto el medio fluvial como el marítimo) y humanas, aunque todas las figurativas presentan un elevado nivel de estilización.


No obstante, la ciudad difería un poco de los conceptos urbanísticos que manejamos hoy en día y su desarrollo obedecía a un criterio jerárquico, según el cual cada estrato social ocupaba un área concreta y la arquitectura de ésta reflejaba su condición económica. Las clases altas residían en el centro, unos seis kilómetros cuadrados en los que se alzaban las llamadas ciudadelas, un conjunto de diez complejos rectangulares correspondientes a otros tantos mandatarios. Estaban amurallados (con un único acceso) y orientados norte-sur, extendiéndose por una superficie media de catorce hectáreas cada uno.



Una plaza de la ciudadela de Nik An/Imagen: Burkhard Mücke en Wikimedia Commons




Las ciudadelas incluían plazas, almacenes, pozos, salas ceremoniales, construcciones funerarias piramidales y, adosados al exterior, los palacios. La mayoría han sido bautizadas con los nombres de sus descubridores e investigadores: Squier, Gran Chimú, Bandelier, Uhle, Chayhuac, Rivero, Laberinto, Tello, Velarde y Nik An (antaño Tschudi, la única visitable por el momento al estar las otras en proceso de excavación).


Ese sistema tenía su razón de ser, al menos desde el período de expansión chimú. Se basaba en que cada gobernante únicamente heredaba el cargo de su predecesor, no sus propiedades, que pasaban a ser administradas por los descendientes. Por tanto, el nuevo mandatario debía forjar su propio patrimonio con el producto de sus conquistas y construir su ciudadela particular, donde habitaba con su familia y se la legaría al fallecer, repitiéndose ese ciclo una y otra vez.





Maqueta de Chan Chan/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons




El proceso de crecimiento de Chan Chan suele dividirse en tres fases. La primera iría desde su fundación hasta el año 1100, siendo en ella cuando se construyeron las ciudadelas más sencillas, las de Chayhuac y Uhle. Durante la segunda, del 1125 al 1370, se erigieron Laberinto, cuyo sistema de división tripartita sirvió de modelo para las siguientes, y Gran Chimú, la más grande. La tercera abarca desde ese último año hasta la conquista inca en 1470 y se caracteriza por una reducción del tamaño de las ciudadelas, consecuencia de la disminución de tributos -a pesar del incremento de funcionarios- y la consiguiente crisis económica.


Los españoles no llegaron allí hasta 1534 y para entonces la ciudad estaba abandonada, ya que su población se había reducido drásticamente cuando, durante el asedio al que la sometió Túpac Yupanqui, fueron destruidos los acueductos que le suministraban agua y luego, en 1500, Huayna Cápac arrasó buena parte para sofocar una rebelión. Los caciques locales se unieron a los conquistadores contra Atahualpa y colaboraron en el registro de las ruinas, en busca de posibles riquezas enterradas bajo las huacas; ese panorama no cambiaría con la independencia del Perú.







La plaza principal/Imagen: Riccardo Specchia en Wikimedia Commons




Hoy en día, a pesar de las medidas adoptadas para su protección, Chan Chan sigue en peligro por los buscadores de tesoros y lo endeble de sus materiales ante una erosión (lluvias, vientos, inundaciones) que tiende a incrementarse por el efecto del cambio climático y por la acción cíclica de El Niño, el fenómeno natural que siglos atrás contribuyó a la caída de los sicán a manos de los chimúes; ironías del destino.




 

Encuentran en Dinamarca un tesoro de objetos de oro anterior a la época de los vikingos



Según los investigadores, el tesoro pudo pertenecer a un individuo que tuvo una gran importancia en su comunidad y que logró generar riqueza. Museo de VejleLA RAZÓN (CUSTOM CREDIT)






Los arqueólogos del Museo de Vejle han hecho público el descubrimiento sensacional de 22 objetos de oro del siglo VI, anteriores a la época de los vikingos, en la población danesa de Vindelev, a unos pocos kilómetros de Jelling, en el centro de Dinamarca (un lugar considerado por los historiadores como la cuna de los reyes vikingos entre los siglos VIII y XII.

El yacimiento fue excavado por un equipo de arqueólogos del Museo de Vejle junto al Museo Nacional de Dinamarca. Pese a que se ha hecho oficial ahora, fue hace seis meses cuando se llevó a cabo el hallazgo de la gran cantidad de objetos de oro exhumados, que en total pesan alrededor de un kilo.

“Solo un miembro de la élite pudo reunir un tesoro como el que se ha encontrado aquí. Aunque el topónimo Vindelev puede estar relacionado con el período de las grandes migraciones en Europa, no había nada que pudiera hacernos predecir que aquí viviera un señor de la guerra o un personaje importante mucho antes de que surgiera el reino de Dinamarca en los siglos siguientes”, explica Mads Ravn, director de investigación del Museo de Vejle.






Según los investigadores, el tesoro pudo pertenecer a un individuo o familia que tuvo una gran importancia en su comunidad, que logró generar riqueza y atraer a la región a artesanos cualificados. Por ende, esta persona enterró el tesoro, tal vez para ponerlo a salvo de algún ataque o una catástrofe, aunque no descartan que también se tratara de una ofrenda a los dioses. Además, los investigadores creen que algunos de los objetos pueden hacer referencia a gobernantes de la época.


“Vemos muchos símbolos, algunos de los cuales nos son desconocidos. Este descubrimiento permitirá ampliar nuestros conocimientos sobre las personas que vivieron aquí en esa época. Es el simbolismo representado en estos objetos lo que los hace únicos, más que la cantidad descubierta”, dice Ravn. Por ejemplo, la decoración de uno de ellos representa una cabeza masculina peinada con una trenza. Debajo, aparece un caballo, y en frente, un pájaro con el que este personaje parece comunicarse.


El tesoro se expondrá al público en el Museo de Vejle como parte de una gran exposición sobre los vikingos que se inaugurará el próximo 3 de febrero de 2022.


Monedas de plata





Pero este no es el único caso de tesoros vikingos de los que se saben en los últimos meses. Hace poco, se encontró otro tesoro que constaba de 87 monedas de plata, trece piezas cortadas y varios fragmentos de brazaletes de plata en la Isla de Man, volviendo a ser escenario del descubrimiento de un tesoro de época vikinga. Las monedas medían alrededor de dos centímetros de diámetro, con un peso alrededor de un gramo.


Muchas de estas monedas presentaban una efigie del monarca reinante. Algunas de las monedas tenían un diseño llamado de “cruz larga” en el reverso, las cuales se usaron para cortar las monedas cuando literalmente solo se necesitaba medio centavo. Según la investigadora, Kristin Bornholdt Collins, se trataba del cuarto tesoro de monedas de la época vikinga que se encunetra en la isla de Man en los últimos cincuenta años.