Una antigua sepultura en Burgos da nuevas pistas sobre el inicio del cristianismo en España

 



Ermita de San Tirso y San Bernabé situada en el complejo kárstico de Ojo Guareña. Foto: CENIEH




n el año 1981 se llevaron a cabo unas obras de acondicionamiento en la campa de San Bernabé para reparar el hundimiento de los accesos a la ermita de San Tirso y San Bernabé, excavada en el complejo kárstico de Ojo Guareña, en Merindad de Sotoscueva (Burgos), un lugar que fue un importante centro de peregrinación durante la Alta Edad Media. Esos trabajos sacaron a la luz una tumba hecha con una estructura de lajas de piedra en cuyo interior yacían los restos de un individuo adulto.


En la ermita de San Tirso y San Bernabé, excavada en el complejo kárstico de Ojo Guareña, en 1981 se localizó una tumba que contenía los restos de un individuo adulto.


Ahora, un nuevo proyecto arqueológico financiado por el Ayuntamiento de Merindad de Sotoscueva y la Diputación Provincial de Burgos, patrocinado por la Junta de Castilla y León a través de un convenio con la Fundación Atapuerca y con la participación del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), ha realizado este verano una excavación en el lugar que ha dado como resultado la anticipación en varios siglos de las evidencias conocidas hasta la fecha sobre los inicios del cristianismo en la región.




Panorámica de la tumba de lajas de piedra y del individuo que yacía en su interior.

Foto: CENIEH


CONFIRMAR DATACIONES

El objetivo de los trabajos que se han emprendido en el verano de 2021 era, de hecho, confirmar las dataciones obtenidas en 2020 por el proyecto de datación del Patrimonio Cultural del Complejo Kárstico de Ojo Guareña, que se inició en 2017. Las fechas que se obtuvieron muestran una cronología de época hispano-visigoda entre finales del siglo VII y principios del VIII. En cuanto a los restos humanos se han datado entre finales del siglo VIII y comienzos del IX. Según la arqueóloga Ana Isabel Ortega, del CENIEH, "en ambos casos se anticipan en varios siglos a las evidencias conocidas hasta ahora respecto al inicio del culto cristiano asociado a este lugar emblemático".




Excavación de la sepultura hallada en la entrada principal de la ermita.

Foto: CENIEH


El objetivo de los trabajos que se han emprendido en el verano de 2021 era, de hecho, confirmar las dataciones obtenidas en 2020 por el proyecto de datación del Patrimonio Cultural del Complejo Kárstico de Ojo Guareña, que se inició en 2017.



Durante los trabajos, los arqueólogos han recuperado los restos humanos que reposaban en la tumba de Ojo Guareña. Los próximos pasos a seguir serán consolidar y restaurar los huesos en el laboratorio del CENIEH. Después serán sometidos a estudios morfométricos y paleopatológicos, además de realizarles análisis de isótopos estables de hidrógeno, carbono y estroncio en los que participarán investigadores de la Universidad de Cantabria. Los resultados de todos estos análisis, junto a la datación de los restos, permitirá conocer algo más sobre la vida de este individuo. Los investigadores creen que tal vez incluso pueda relacionarse con alguno de los primeros eremitas que poblaron la zona y que vivieron aquí aislados en un período de gran inestabilidad política y social.








Chan Chan, la ciudad de adobe más grande de América



Chan Chan, la ciudad de adobe más grande de América



Los turistas que visitan Perú suelen acudir atraídos por el patrimonio arqueológico inca, cuyas joyas más célebres, Cuzco y Machu Picchu, se sitúan en la mitad meridional del país. Pero el norte peruano también es atractivo desde ese punto de vista histórico-monumental, aparte de más variado culturalmente al tener restos de varias civilizaciones como, entre otras, la mochica, la sicán o la chimú. A esta última se adscribe uno de los lugares más fascinantes que se pueden visitar: Chan Chan, la ciudad de adobe más grande de América y segunda del mundo después de la iraní de Bam, que la UNESCO incluyó en la lista de su Patrimonio de la Humanidad en 1986.


El reino chimú surgió en la región septentrional que hoy se extiende desde el departamento de Tumbes hasta el de Lima, tras la caída del imperio huari. Fue a finales del primer milenio antes de Cristo, perdurando aproximadamente cuatro siglos hasta su conquista por los incas de Túpac Yupanqui en 1470. Entre medias, se convirtió en el estado costero más rico y próspero de la América andina prehispana, creciendo mediante la anexión de territorios vecinos, de los que los más significativos fueron el reino sicán del actual departamento de Lambayeque y el señorío de Chancay.




Extensión y área de influencia del Reino Chimú/Imagen: QQuantum en Wikimedia Commons

Su capital estaba en Chan Chan, muy cerca de lo que hoy es Trujillo, un lugar de origen confuso, envuelto en mitos, como demuestra su propio nombre: literalmente significa Sol Sol, aunque seguramente la traducción correcta sea Gran Sol, en alusión al tórrido clima de la zona. Otra teoría dice que deriva del término sian, interpretable como Casa de la Luna, y una tercera alude a unas salinas locales. Los españoles se referían a ella como la Ciudad del Chimo y la primera referencia al nombre actual no se encuentra hasta una fecha tan tardía como 1791.

En cualquier caso, con sus 20 kilómetros cuadrados y una población calculada entre 40.000 y 60.000 personas, era la mayor urbe de adobe de América. Algo notable si se tiene en cuenta que, según la mitología -recogida por la Crónica anónima española en 1604-, su fundación fue cosa de Tacanaymo (o Chimor Cápac), un jefe de procedencia desconocida que llegó del otro lado del mar al frente de una flota de balsas y desembarcó en la costa del Valle del Moche, convirtiéndose en el primer gobernante bajo el nombre de Gran Chimú. Una historia sospechosamente parecida a la del personaje sicán Naylamp, que también arribó a Lambayeque comandando un grupo de caballitos de totora.


En realidad, Chan Chan se fundó hacia el 850 d.C., probablemente a partir de alguna aldea huari, utilizando como material de construcción esa versión transatlántica del adobe que se denomina quincha: un entramado de cañas o bambú recubierto de barro que suple la escasez de roca propia de las regiones litorales (que quedaría exclusivamente para los cimientos) y, aparte de aislar térmicamente, tiene otras virtudes como constituir un buen antisísmico por su elasticidad, su ligereza, su capacidad para absorber las vibraciones y su fácil reconstrucción en caso de colapso; todo ello fundamental en un continente donde resultan frecuentes los terremotos.

Muro decorado con motivos acuáticos en relieve/Imagen: Velvet en Wikimedia Commons




Con la quincha se hacían las paredes y techos (protegidos éstos por paja entretejida), sostenido todo por un entramado de madera y decorado mediante una capa de estuco policromado y relieves incisos de motivos geométricos , si bien a veces también se representan figuras animales (fundamentalmente relacionadas con el agua, como peces y aves acuáticas, dada la importancia que tenían para los chimúes tanto el medio fluvial como el marítimo) y humanas, aunque todas las figurativas presentan un elevado nivel de estilización.


No obstante, la ciudad difería un poco de los conceptos urbanísticos que manejamos hoy en día y su desarrollo obedecía a un criterio jerárquico, según el cual cada estrato social ocupaba un área concreta y la arquitectura de ésta reflejaba su condición económica. Las clases altas residían en el centro, unos seis kilómetros cuadrados en los que se alzaban las llamadas ciudadelas, un conjunto de diez complejos rectangulares correspondientes a otros tantos mandatarios. Estaban amurallados (con un único acceso) y orientados norte-sur, extendiéndose por una superficie media de catorce hectáreas cada uno.



Una plaza de la ciudadela de Nik An/Imagen: Burkhard Mücke en Wikimedia Commons




Las ciudadelas incluían plazas, almacenes, pozos, salas ceremoniales, construcciones funerarias piramidales y, adosados al exterior, los palacios. La mayoría han sido bautizadas con los nombres de sus descubridores e investigadores: Squier, Gran Chimú, Bandelier, Uhle, Chayhuac, Rivero, Laberinto, Tello, Velarde y Nik An (antaño Tschudi, la única visitable por el momento al estar las otras en proceso de excavación).


Ese sistema tenía su razón de ser, al menos desde el período de expansión chimú. Se basaba en que cada gobernante únicamente heredaba el cargo de su predecesor, no sus propiedades, que pasaban a ser administradas por los descendientes. Por tanto, el nuevo mandatario debía forjar su propio patrimonio con el producto de sus conquistas y construir su ciudadela particular, donde habitaba con su familia y se la legaría al fallecer, repitiéndose ese ciclo una y otra vez.





Maqueta de Chan Chan/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons




El proceso de crecimiento de Chan Chan suele dividirse en tres fases. La primera iría desde su fundación hasta el año 1100, siendo en ella cuando se construyeron las ciudadelas más sencillas, las de Chayhuac y Uhle. Durante la segunda, del 1125 al 1370, se erigieron Laberinto, cuyo sistema de división tripartita sirvió de modelo para las siguientes, y Gran Chimú, la más grande. La tercera abarca desde ese último año hasta la conquista inca en 1470 y se caracteriza por una reducción del tamaño de las ciudadelas, consecuencia de la disminución de tributos -a pesar del incremento de funcionarios- y la consiguiente crisis económica.


Los españoles no llegaron allí hasta 1534 y para entonces la ciudad estaba abandonada, ya que su población se había reducido drásticamente cuando, durante el asedio al que la sometió Túpac Yupanqui, fueron destruidos los acueductos que le suministraban agua y luego, en 1500, Huayna Cápac arrasó buena parte para sofocar una rebelión. Los caciques locales se unieron a los conquistadores contra Atahualpa y colaboraron en el registro de las ruinas, en busca de posibles riquezas enterradas bajo las huacas; ese panorama no cambiaría con la independencia del Perú.







La plaza principal/Imagen: Riccardo Specchia en Wikimedia Commons




Hoy en día, a pesar de las medidas adoptadas para su protección, Chan Chan sigue en peligro por los buscadores de tesoros y lo endeble de sus materiales ante una erosión (lluvias, vientos, inundaciones) que tiende a incrementarse por el efecto del cambio climático y por la acción cíclica de El Niño, el fenómeno natural que siglos atrás contribuyó a la caída de los sicán a manos de los chimúes; ironías del destino.