Hemos hablado ya en muchas ocasiones del arqueólogo Leonard Woolley y de los asombrosos descubrimientos que realizó a lo largo de su vida: dirigió junto a T.E. Lawrence (Lawrence de Arabia) las excavaciones de Carquemís, encontró la estatua-biografía del rey Idrimi, y halló las evidencias geológicas del diluvio relatado en el poema de Gilgamesh.
Pero por lo que es más conocido es por sus excavaciones de la antigua ciudad sumeria de Ur entre 1922 y 1934. Los hallazgos realizados allí son uno de los acontecimientos arqueológicos más importantes del siglo XX: las tumbas reales (2700 a.C.), el estandarte real de Ur o el Toro de Cobre, entre otros.
El arqueólogo Leonard Woolley / foto dominio público en Wikimedia Commons
Por cierto que en dos ocasiones, en 1929 y 1930 Agatha Christie visitó las excavaciones, donde conoció al que sería su segundo marido, Max Mallowan, que era el arqueólogo ayudante de Woolley. Y seis años más tarde publicaría su novela Asesinato en Mesopotamia, donde la trama gira en torno al asesinato de la esposa del director de las excavaciones (tristemente la inspiración para el personaje, Katharine, la esposa de Woolley, moriría nueve años más tarde de esclerosis múltiple, tras haber colaborado con su marido durante 20 años).
Pero antes, Woolley, Mallowan y Katharine hicieron otro sensacional descubrimiento. Mientras excavaban el complejo palacial y el templo de Ur, comenzaron a aparecer en determinadas estancias objetos y artefactos, docenas de ellos, que enseguida llamaron su atención.
Por una razón muy concreta, y es que todos ellos pertenecían a épocas diferentes, algunos con diferencias de varios siglos. El objeto más reciente era siete siglos más antiguo que el pavimento del edificio, y el más viejo dos milenios anterior, según escribió el propio Woolley. Es más, junto a cada uno había un pequeño tambor cilíndrico de arcilla con inscripciones en cuatro columnas: la primera en sumerio antiguo y las otras en tres lenguas diferentes, con explicaciones sobre cada uno de los objetos, a la manera de los museos actuales.
no de los cilindros de arcilla, foto de Leonard Woolley / foto dominio público en Wikimedia Commons
La evidencia estaba totalmente en contra de que llegaran allí por accidente escribiría Woolley más tarde en su famosa obra Ur de los Caldeos. Y añadiría que la habitación era un museo de antigüedades locales mantenido por la princesa Bel-Shalti-Nannar (también conocida como Ennigaldi-Nanna).
Su padre, Nabonido, no solo fue el último rey del Imperio Babilónico reinando entre 556 y 539 a.C., sino que está considerado como el primer arqueólogo. Fue él quien dirigió las primeras excavaciones en busca de los templos de Šamaš, el dios sol, la diosa guerrera Anunitu (ambos situados en Sippar), y el santuario que Naram-Sin construyó al dios de la luna, situado en Harran, y tras hallarlos los restauró. Fue también el primero en intentar la datación de un objeto arqueológico, aunque la falta de tecnología le hizo desviarse unos 1.500 años.
Nabonido, rey de Babilonia / foto Bona Iendering en Wikimedia Commons
Todos los artefactos que Nabonido halló en sus investigaciones procedían de yacimientos del sur de Mesopotamia, datados entre 2050 y 1400 a.C. (e incluso se cree que algunos pudieron haber sido recolectados previamente por Nabucodonosor II). Hacia el año 550–530 a.C. su hija reunió toda la colección en una habitación anexa a su palacio (el edificio llamado E-Gig-Par), creando lo que muchos historiadores consideran el primer museo de la historia.
El museo formaba parte de la escuela de sacerdotisas que Ennigaldi dirigía, donde utilizaba las piezas para enseñar historia, al mismo tiempo que instruía en la escritura y un dialecto llamado Emesal, utilizado en los textos literarios exclusivamente por mujeres.
Plano del Palacio de Bel-Shalti-Nannar (Ennigaldi) / foto Ur Online
La escuela ya tenía ocho siglos de existencia cuando Ennigaldi fue nombrada sacerdotisa de Nannar (dios de la Luna) en 547 a.C. y se puso al frente de la misma.
Los restos del edificio que albergaba el museo están a solo 150 metros al sureste del Zigurat de Ur, a unos 24 kilómetros al suroeste de Nasiriya en Irak. En cuanto a los objetos encontrados por Woolley, se reparten entre el Museo Británico, el Museo de la Universidad de Pensilvania y el Museo Nacional de Bagdad.
Fuentes: Ur of the Chaldees: a record of seven years of excavation (Leonard Woolley) / Ur Excavations (Leonard Woolley) / The Excavations at Ur of the Chaldees / Wikipedia.